Era una cálida tarde de verano cuando Lucia se sentó junto a su abuela en el porche de la casa familiar. Lucía adoraba pasar tiempo con su abuela y escuchar las historias llenas de sabiduría que ella compartía. "Abuela, ¿me puedes contar otra historia?", preguntó Lucía con ojos brillantes. La abuela sonrió y comenzó a relatar: "Hace muchos años, cuando yo era una niña como tú, tuve una amiga muy especial. Su nombre era María y desde que nos conocimos en el primer día de escuela, fuimos inseparables. Jugábamos juntas en el patio, compartíamos nuestros almuerzos y pasábamos horas conversando sobre nuestros sueños e ilusiones." "Un día, cuando teníamos 10 años, María se mudó a otra ciudad con su familia. Recuerdo lo triste que me sentí al despedirme de ella en la estación de trenes. Pensé que nuestra amistad había llegado a su fin." "Pero, Lucía, te voy a contar un secreto. Aunque María ya no estaba físicamente conmigo, nuestro lazo de amistad permaneció...
Una reunión de amigos siempre es una bendición, y esa salud para el alma y el cuerpo