El sol brillaba con fuerza aquella mañana de verano, y el sonido de las olas rompiendo suavemente en la orilla creaba la banda sonora perfecta para una escapada romántica. Mi pareja y yo decidimos que era el día ideal para desconectar de la rutina y disfrutar de un día en la playa. Al llegar, nos encontramos con una hermosa playa de arena dorada, donde la brisa marina acariciaba nuestro rostro. Con una sonrisa y un par de toallas bajo el brazo, encontramos un lugar ideal cerca del agua. Desplegamos nuestras toallas como si fueran dos pequeñas Islas de felicidad y nos instalamos. La primera misión del día fue la de refrescarnos. Nos lanzamos al agua, riendo y chapoteando, mientras las olas nos envuelven y nos llenan de alegría. Después de un rato de juegos salados en el mar, decidimos que era hora de reponer energías con un buen almuerzo. Caminamos hacia un chiringuito colorido que se alzaba justo en la orilla, prometiendo delicias frescas. El menú era un festín de sabores del mar ...
Una reunión de amigos siempre es una bendición, y esa salud para el alma y el cuerpo