Es una mañana fresca de primavera y el sol empieza a filtrarse a través de las hojas de los árboles en mi jardín. Me levanto temprano, respirando profundamente el aire limpio y fresco del campo.
Mis dos gatos, Tom y Jerry, me reciben con maullidos de bienvenida mientras la gallina cacarea en su corral. Me preparo un delicioso desayuno con huevos frescos recogidos esta misma mañana y una taza de café caliente.
Después de desayunar, salgo al jardín a trabajar un rato en mis plantas y flores. El colorido de las flores y el aroma a tierra húmeda me llenan de paz y felicidad.
Por la tarde, decido dar un paseo por los campos cercanos. El viento acaricia mi rostro y el canto de los pájaros me acompaña en mi caminata. Me siento afortunado de poder disfrutar de la naturaleza en su estado más puro.
Al regresar a casa, preparo la cena con los vegetales y hierbas frescas de mi propio huerto. Me siento a la mesa, saboreando cada bocado y reflexionando sobre lo agradecido que estoy de tener esta vida en el campo.
Antes de irme a dormir, me siento en el porche y contemplo las estrellas en el cielo nocturno. El silencio del campo me reconforta y me hace sentir en paz.
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