Era un día radiante de verano cuando Sofía llegó emocionada a visitar a su querida abuela en el campo. Sofía adoraba pasar tiempo con la abuela, pues siempre tenía historias fascinantes que contar y valiosos consejos que compartir.
Cuando Sofía entró a la acogedora casa, la abuela la recibió con los brazos abiertos y una cálida sonrisa.
- ¡Mi niña hermosa! Qué alegría verte - exclamó la abuela, dándole un fuerte abrazo.
Después de disfrutar juntas una deliciosa merienda de galletas recién horneadas y limonada, la abuela llevó a Sofía a su rincón favorito, el viejo columpio bajo el frondoso manzano.
Allí, balanceándose suavemente, la abuela comenzó a compartir sus sabios consejos con Sofía:-
Siempre mantén una sonrisa en tu rostro, mi niña. Eso iluminará el día de todos los que te rodean.
Sofía asintió, recordando las veces que la alegría de la abuela la había animado cuando se sentía triste.
- Y nunca olvides ser amable y respetuosa con los demás. La bondad siempre es recompensada.
La niña sonrió, pensando en cómo la abuela siempre tenía una palabra de aliento para sus vecinos y familiares.
- Además, recuerda disfrutar de los pequeños placeres de la vida, como una taza de té caliente o la brisa fresca de la tarde.
Sofía abrazó a la abuela, sintiendo la calidez de su cariño y sabiduría.
Cuando el sol comenzó a ocultarse, la abuela y su nieta regresaron a la casa, llenas de recuerdos preciosos y ansias de volver a encontrarse pronto.
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